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Un club de fútbol en un barrio de Córdoba que excede al juego. Ayudan al barrio con un comedor, una escuelita de fútbol, ollas populares y pintando murales. La pertenencia por encima de todo. Escribe Juan Stanisci.

Cancha de tierra, sin tribunas y con dos arcos. Potrero, en criollo. Especie en extinción en las grandes ciudades. Se grita, detrás de teclados y pantallas, que ya no hay fútbol de barrio y que ahora los pibes y las pibas están en otra. Pero cuando nos movemos un poco del sillón, descubrimos que allá afuera hay un mundo de gambetas, tierra y caras sucias esperando para deslumbrarnos una vez más.

Si la paciencia nos acompaña, los y las invito a tomarnos el colectivo 75. El viaje es corto, pero a veces la frecuencia en Córdoba no es la mejor. Vamos hasta el final del recorrido. Vamos a Campo de la Ribera.

Soy un muchacho de barrio que no tiene horario cuando hay que cantar

 Campo de la Ribera es un barrio ubicado en el sudeste de la ciudad de Córdoba. Al fondo del mismo funcionó entre 1975 y 1978 un centro de detención clandestino, donde antes estaba la Prisión Militar para Encausados. En mayo de 2010 un grupo de amigos fundó un equipo con la idea de reivindicar la identidad barrial y ayudar como se pudiera a los vecinos y las vecinas. Se llamaron Los Wachos de Campo de la Rivera.

Todo empezó a través de las dos grandes pasiones que atraviesan a los pibes cordobeses: fútbol y cuarteto. En realidad poner fechas es una arbitrariedad, porque los wachos existen desde siempre. “En 2010 nos empezamos a llamar los Wachos, porque de amistad es toda una vida. Desde el jardín que nos conocemos”, recuerda Carlos Colazo, uno de los fundadores.

“El nombre los Wachos nace por la música. No había muchos teléfonos con música en el barrio, casi que el único lo tenía yo. Un amigo de acá apodado El Ángel, que tristemente falleció, me lo pedía siempre para escuchar. Mientras escuchaba cuarteto, aparecían las nombradas de los barrios: para Muller, para Maldonado, para qué se yo. ‘¿Y por qué nunca nombran al Campo de la Ribera en los bailes?’, me preguntó. ‘Y porque nadie de acá va al baile con las banderas, nadie se hace nombrar’, le contesté. ‘Tenemos que ir al baile y hacernos nombrar’. ‘¿Y cómo nos podemos llamar?’, le dije, ‘¿Y qué se yo?’. Entonces le digo, ‘los pibes de acá de Villa Inés’. ‘No si no somos de Villa Inés nosotros, somos de Campo de la Rivera. Nos llamemos Los Wachos de Campo de la Rivera.’”, rememora Carlos cuando le pregunto cómo surgió el nombre del equipo. El 22 de mayo del 2010 el nombre se hizo oficial. Armaron una bandera y la llevaron al baile de la Banda de Carlitos. El baile fue grabado en un disco. Fue el primer registro que quedó de los Wachos. Hoy están nombrados en más de diez discos de la Banda de Carlitos.

Soy uno más de la esquina de esa barra querida que no voy a olvidar

Casi sin darse cuenta, el nombre pasó de los bailes a las canchas. El equipo que tenían de chicos empezó a ser los Wachos. Entre 2010 y 2012 jugaron campeonatos y ganaron uno. También fundaron una escuelita para los chicos del barrio.

Así como el nombre salió de la música y pasó al fútbol, volvió luego a la música. “Hicimos una banda de cuarteto, sin saber tocar ni cantar, y la banda también se llamó Los Wachos de Campo de la Rivera. La hicimos para juntar plata y poder levantar el domo que funciona como salón comunitario”, cuenta Carlos. En el Domo hoy funcionan asambleas barriales, comedor, talleres de género, apoyo escolar y una biblioteca.

Luego del campeonato que ganaron en 2012 el equipo se disolvió. Siguieron llevando la bandera a los bailes, así se mantenían vivos los Wachos.

Soy un muchacho de barrio y aunque pasen los años nunca me olvidaré

Cinco años pasaron sin que el equipo se junte. Pero con la escuelita habían sembrado una semilla. Fueron los pibes los que hicieron que vuelvan a juntarse para jugar a la pelota primero y ayudar al barrio después.

“En 2017 un pibe de Villa Inés, que es un club rival al nuestro, larga con una escuelita con los pibes que teníamos antes. Se acercó y quiso retomar con la escuelita. Como es de Villa Inés quería ponerle Los Revoltosos de Villa Inés. Y los chicos mismos le dijeron, ‘no Pancho, no nos vamos a llamar de Villa Inés porque nosotros somos los Wachos de Campo de la Ribera”, recuerda Carlos.

“La pertenencia por encima de todo”, es una de las frases que acompaña a cada publicación en las redes sociales del club. Esa identidad había quedado grabada en los más chicos, sin que los fundadores del equipo se dieran cuenta. “Al ver esa garra, ese impulso, ese sentido de pertenencia de los pibes chiquitos, nosotros los más grandes decidimos volvernos a juntar después de cinco años sin jugar al fútbol”.

La refundación del club trajo de la mano otros colores. Al principio utilizaban unas camisetas moradas que habían conseguido. A partir del 2017 Los Wachos utilizan el azul, blanco y negro que ahora los caracteriza. También le diseñaron el escudo al club.

“Desde ahí no paramos. Hacemos comedor, copa de leche, escuelita de fútbol. Todo a pulmón. Jornadas solidarias donando ropa, alimentos o llevando comida a la gente que vive en la calle”, me explica Carlos. Los Wachos pasaron de ser un grupo de pibes que se juntaban a jugar al fútbol, para pasar a ser un grupo que colabora e interviene para mejorar la vida de quienes están a su alrededor.

Que mi escuela fue la calle que en la vida pierda o gane

En 2017 la escuelita de fútbol volvió a funcionar. La solidaridad barrial fue fundamental, un club de Villa Inés les prestó camisetas, redes y pelotas. El fútbol, además de un juego, funciona como formador de valores. “El compañerismo, aprender a compartir hasta lo último de lo último. Que si perdemos, perdemos todos. Que si ganamos, gana mi compañero (…) el fútbol me educó, me enseñó a estar en las malas, soportar las malas e ir a buscar la buena con el esfuerzo de la semana (…) el vestuario me enseñó que vos podés ganar o perder, pero es con grupo, con el equipo, con humildad, con respeto, con sacrificio. Seguramente lo deben enseñar en otros ámbitos, yo lo aprendí en el fútbol”, contó la semana pasada el ex futbolista cordobés Wilson Severino en el programa de radio Era por abajo.

La pandemia frenó la escuelita, pero este año pudieron retomar. Carlos, Carlín para los amigos, Ricky, Manuelita y el Pori, llevan adelante la escuelita. Tienen entre 35 y 40 pibes de 4 a 15 años. “Los niños que siguen nos ven y van con esa imagen al futuro. Con esa imagen de compartir, de ayudar. Yo creo que les vamos a dar un buen ejemplo a las nuevas generaciones”.

Además del equipo de adultos y la escuelita, también armaron un equipo de fútbol femenino. Fueron pioneros en el barrio y en la zona. “Algunas hermanas o hijas del equipo mayor, se ponían a patear mientras nosotros esperábamos para ingresar a la cancha. Entonces se me cruza por la cabeza hacer un equipo femenino”. Cuando se empezó a correr la voz del equipo femenino de Los Wachos, en otros barrios empezaron a replicar el proyecto. “Empezamos a entrenar. Solamente jugaban con nosotros los varones, porque no había otro equipo femenino para enfrentar. Yo les hacía la parte física, estuvimos trabajando cuatro meses hasta que empezaron a aparecer otros equipos”, recuerda Carlos. La diferencia entre las que recién empezaban y las que venían con entrenamientos encima, fue notoria. “A dónde íbamos ganábamos y goleábamos. Todos las admiraban. A veces había días que había más gente en el partido de las chicas que en el partido nuestro, del equipo mayor”. Por diferentes motivos el equipo no pudo seguir. “Me partió al medio, me quedó esa espina de Las Wachas”, recuerda Carlos que ansía poder volver a formar el equipo.

Soy un muchacho de barrio que agradece a la vida todo lo que le dio

La identidad, el orgullo del barrio y la pertenencia, son cuestiones claves en la vida de los Wachos. “Mucha gente se avergüenza de Campo de la Ribera, porque hay pobreza, hay cirujas, a ratas, hay droga. No entra la policía, no entran los taxis, no entran las ambulancias. Mucha gente dice ser de barrio Muller para que no la marginen por ser de Campo de la Ribera. Nosotros estamos orgullosos de ser de acá”, me explica Carlos.

“Pertenecemos y sabemos que podemos cambiar eso. Nos sentimos orgullosos de estar acá y por lo menos poder cambiar un poco las cosas. Queremos mucho a nuestro barrio, queremos mucho a nuestra gente”. Por eso a pesar de no ser el único club de Campo, son el más querido. “Acá los vecinos están muy contentos con los murales, por el trabajo de las escuelitas, por el comedor, porque pintamos las calles, porque tenemos banderas, porque jugamos al fútbol”. El barrio está en los wachos y los wachos están en el barrio. No buscan darle la espalda o aparentar otra cosa, sino representar a quienes viven en Campo. “Nos tocó nacer acá, pero no nos excusamos de nada. De acá tratamos de salir mejores”.

“Tratamos de ayudar a todos, siempre a pulmón. Nadie nos ayuda con nada. Con la plata que ganamos en algún campeonato que ganamos, lo ponemos ahí para darle otra vista al barrio. Hacemos rifas, vendemos comida o algo. Para juntar los fondos. El rol que ocupamos acá en el barrio, no es por agrandarme, pero yo creo que es clave”, dice Carlos. “El fútbol une. Lo une al barrio”. De un grupo de adolescentes yendo a los bailes de La Banda de Carlitos a un equipo de fútbol. Once años después esos mismos pibes entienden que el rol del club, no pasa solo por si la pelota entra o no. Le pregunto entonces ¿qué son los Wachos? “En los wachos veo a ese pibe que sale con el carro a la mañana, a juntar sus monedas para que en la casa no se cague de hambre la familia. Los Wachos somos ese grupo de pibes que en vez de estar juntos ahí en la esquina drogándose, agarran una pelota, aprenden y sueñan con llegar. Los wachos somos ese plato de comida que entregan las viejas que le ponen unos huevos bárbaros para que esté la cena lista para la gente de barrio. Los Wachos de campo de la Ribera somos esos soñadores, esos pibes que sueñan con cambiar un poquito la triste realidad que a veces nos toca vivir”.