Homenaje a esta transgresora mujer peronista, de militancias populares y poemas malditos.
Por Mariano Pacheco, Director del Instituto Frattasi
Un 26 de enero, en 1977, fue secuestrada por una “patota” de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), Alicia Eguren, para luego de su paso por el Centro Clandestino de Detención ser asesinada en uno de los siniestros “vuelos de la muerte” implementados por el terrorismo de Estado.
Alicia fue una militante, conocida por su activismo sobre todo en la Resistencia Peronista, y por haber unido su vida, desde 1955, a John Willian Cooke, en aquello que Mabel Bellucci caracterizó como la prefiguración de “un modelo de pareja activista”.

Eguren también había estudiado en la Facultad de Filosofía y Letras, institución universitaria de la que egresó como profesora de Literatura. Luego ejerció la docencia y durante el primer gobierno peronista escribió y publicó cinco libros de poemas: Dios y el mundo; El canto de la tierra inicial; Poemas del siglo XX; Aquí, entre magias y espigas y El talud descuajado. También publicó algunos ensayos y editó la revista Nombre, primero, y después Sexto continente, una revista de ideas nacionalistas donde publicaron desde hombres de la más tradicional derecha argentina hasta forjistas como Raúl Scalabrini Ortiz. De aquellos años data el Poema “cabecitas negras”, rescatado del olvido por Gito Minore, quien lo incluyó en el libro “Poetas depuestos”, publicado por la editorial Punto de Encuentro en 2011.

En homenaje a esa mujer que, en palabras de Miguel Mazzeo, “se entregó de cuerpo entero a la desobediencia”, compartimos dicho poema:
Dejadme sonreír;
Permitidme que sonría con la certidumbre manca de los
Hombresbizcándome cada parte de nuestra humanidad.
Aquí, en Buenos Aires,
de acuerdo con la cartografía que yo apuntalo
se desparrama una fortaleza
de la cual siempre he hablado
y que morirá hablando
a través de mi cuerpo:
Buenos Aires.
Entre un río que golpea
destinada y genesíacamente
todos los tiempos de la terrible felicidad humana.
Entre ese río y la dispersión rala
de los extramuros,
y después del campo,
la planicie de sedimento.
Dentro de ese contorno polémico,
Buenos Aires.
Hombres polémicos
Que estamparán su pena en la noche estrellada:
Buenos Aires.
… Y volcando,
Desencadenando sus represas perfectas
el norte ya cantado,
represas fijas al fondo,
al fondo de la tierra
por el cuño de Dios
por el esqueleto de Dios, no la revelación de Dios.
¿Por estos diminutos huecos de la tierra
Debemos recomenzar la búsqueda?
Hemos palpado a nacer
en nosotros,
glóbulos,
glóbulos perfectos
que impensadamente se henchían
están hoy diluidos,
impensadamente también
por estos espacios del mundo nuestro:
Buenos Aires.
Pero cuando el flanco se agita
con la final molicie,
cuando el descuajado talud se abandona
su resbaladizo e incontenible fin
el corazón que ama la plenitud
despliega su alarido
despeña su urgente necesidad de aurora
y entonces el Norte
nuevamente
como también eterna
eternamente,
por los diminutos huecos de la tierra
comienza a arrojar
las amontonadas
las contenidas represas
las infinitas gotas
los receptáculos del vino añejo:
cabezas,
cabecitas negras,
padres en los frutos válidos.
Dejadme sonreír
permitidme que sonría
¿Alguien,
algunos
acaso pueden
pueden todavía vencer a la Muerte?
Alicia, mi querida amiga, confidente y maestra en las torridas travesias militantes de mi provincia recelosa y cordial, embelesaba aquellas noches de cielos rutilantes evocando a un Virgilio desahuciado. ¡Como se atrevieron a ella!